SALTO - Enrique Zervin Arte Ecuestre

SALTO

SALTE.

Y cuando pude vislumbrar aquel encuentro, supe, claramente, que era mi momento, en aquel destino incierto (de alguna manera) sin titubear elegí mis próximos pasos.

Elegí sentir, sentir quien yo podía ser entre las millones de posibilidades de ser… esta capacidad de entender que somos como una plastilina que nosotros mismos podemos moldear, y no un cuerpo de carne lleno de parámetros, reglas y fundamentos, programas o bellos corrales en donde elegimos vivir, seguros, tranquilos, inertes, no llego de la noche a la mañana, estos saltos de consciencia, de permitirte derrumbarte y conformarte de nuevo, con una forma distinta, con horizontes renovados, con nostalgias, con las ganas aun de abrazar lo que se había ido, y en esa sensación de no poder regresar el tiempo, después de esos instantes, en madrugadas llenas de incertidumbres, logras finalmente cruzar, dar ese salto de fe, y darte cuenta en quien te has convertido, y salto tras salto, te das cuenta que el salto puede ser infinito, las caídas, las levantadas, que todo finalmente es un juego, es un ruedo, es un espacio libre que la vida nos permite jugar, a ser dioses, mendigos, miserables, iluminados, ricos, pobres, nos permite la caricia, y el golpe, nos permite experimentar en este cuerpo el hambre mas terrible y la saciedad mas asquerosa, el delito mas inmenso, la caricia interminable, el beso frio y solitario, la noche mas alegre, el día mas amargo, y finalmente, es uno, el que elige el juego, somos los artistas que en el lienzo de la vida, elegimos nuestro próximo acto, nuestra próxima pincelada, y esta es la verdad mas hermosa, y la mas cruda, la que me llevo a tenerlo y perderlo todo, la que me permitió ver el mundo redondo, plano, y finalmente sin forma, donde me permitió ver el amor como un método, despues verlo sin sentido y finalmente sin forma, y ahi entonces, el amor que lo era todo, lo permitía todo, lo perneaba todo, yo integrado a el, el a mi, sin nombres, sin religión, sin cristos, sin budhas, sin rosarios, sin paraísos, ni infiernos, tan solo amor, puro y crudo, y todo, todo esto, me conformaba, y como un niño descalzo frente a la lluvia, elegí saltar a ese charco, y simplemente disfrutar.
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