En el peso de los pensamientos que se vuelven muchas veces nudos que vuelven tropiezo la libertad, ahí dentro de marañas donde poco habrá de nosotros y mucho de quienes éramos, queremos inútilmente agarrarnos de una de esas ramas viejas, rotas, tan llenas de nada, y crujen, crujen los huesos de lo ya ajeno, de lo que ya no corresponde, de lo que al quererlo calzar se nos ampolla el dia, y en el mirar atrás, aquel desastre, aquel terremoto, aquellas ruinas, donde nada se distingue, hay en otra dirección un campo abierto con el cielo más azul que el cerúleo, mas intenso que el ultramar, una luz que se vuelve brújula, camino, y rocío, brisa nueva que ansia el encuentro, el presente eterno, una tierra fértil, que anhela la edificación, el cimiento, los nuevos bordes, fronteras al cielo, estamos siempre llenos de cielo y tierra, de infiernos y paraísos, de guerras y del niño inocente mirando su reflejo en el rio, mirando ahí el cielo, sus ojos, el impulso, de volverse realidad, de volverse pensamiento, pincelada, padre, abuelo, legado…
